EL FUNERAL

Me coloque el abrigo, los lentes oscuros, los guantes negros, me vestí con rigurosidad.
Entre en aquel panteón, solo observar desde la distancia, no quería saludar a nadie, solo escuchar como un padre, en una interminable palabrería italiana, una y otra vez hablaba de la eternidad y de Cristo.
“Todos morimos en algún punto, en vida o sin vida, todos nos morimos a pedazos o ya estamos muertos” Pense.
Alguien me saludo desde la distancia, levanto su brazo, yo levante el mio, no supe quien era, bajo mis lentes oscuros no observo bien.
Solo tome las llaves llegue a esa casa, se abrieron ante mis ojos, obras de arte, cuadros inmensos, esculturas, ese ambiente aristocrático que tanto detesto, encontré un torna mesa antiguo así coloque un disco que era demasiado evidente Nisi Dominus de Vivaldi, me pregunté si era lo último que había escuchado, algo demasiado dramático para mi sensibilidad.
Camine los largos corredores, encendí una lámpara, no quise correr cortina alguna, abrir ventana alguna. Me senté en su silla, abrí una botella de vino, bebí directamente de ella.
Escuche el Gloria Patri. Deje las llaves encima de la mesa, las que había conservado por años en mi sitio secreto, ese sitio donde guardo mi vida privada. Solo las dejo como un acto de devolverlas, enviar ese mensaje que: nada nunca me importa, y ahora, menos que nunca, hice mi camino fue todo.
Sencillamente nunca regrese, y nunca volveré a regresar. Era dinero es todo, he hecho de mi vida algo bonito, con errores con aciertos, pero yo he lidiado con la vida al pulso, han sido mis luchas.
El amor es lo que salva al mundo, pero soy tan franco conmigo mismo, que eso no sucederá.

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